Aprendí que el amor no es siempre un cuento de hadas ni de princesas encantadas, el amor a veces duele a veces falla, que no siempre funciona como se lee en los cuentos, aprendí a diferenciar cuando es momento de soltar, de cerrar ciclos, de hacer valer mi dignidad.
Aprendí que cuando el amor se da de verdad, no hay pretexto, o motivo para no demostrarlo, que cuando el amor es verdadero, se nota, se siente, ni siquiera es cuestión de forzar un sentimiento; por si solo fluye, florece, se hace presente.
De nuestro amor aprendí, que cuando el amor no fluye, sucede exactamente de la misma forma, cuando no hay amor, no hay manera de esconderlo ni de fingirlo, finalmente como todas las mentiras llega un punto en el que es necesario admitirlo.
De nuestra relación aprendí a no aceptar ser la resignada compañía, o un pasatiempo, ni mucho menos ser quien ayude a tapar un hueco emocional; de ti aprendí que mi felicidad no le corresponde a nadie más, que no necesito una compañía para amar con fuerza, para amar de verdad, que primero debo pensar en mí y después en los demás, que no se puede dar un amor entero, si no me amo a mi misma con sinceridad.
Aprendí también que la vida es simple, que no necesito amores complejos para vivir de verdad, que puedo tapar el sol con un dedo si me decido a actuar, somos nosotros mismos lo que complicamos todo, a veces el llanto o los dramas nos hacen sentir vivos, pero aprendí contigo, que esto es solo un el inicio para superar; me queda claro que ningún dolor es eterno, que todo pasa, que cada herida con el tempo sana y que se puede siempre empezar de nuevo y con más fuerza.
No creas que con todo este discurso te quiero engañar, este proceso no ha sido fácil, sé y asumo que incluso por algún tiempo me seguirá costando estar sin ti; lo cierto es que aunque aún te pienso y constantemente te extraño, mi primer paso es no querer vivir así.
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